Intermediarios inmiscuidos en políticas de negocios añejas, abusivas y mal implementadas, imponen a los pequeños emprendedores y profesionales de la traducción modelos totalmente anacrónicos. En este juego participan varios integrantes y la cadena laboral va dejando entre sus dividendos, desechos minúsculos.
Si este tipo de prácticas no se analizan y se ajustan a los formatos de negocios actuales, en un corto plazo, el proceso por sí mismo, impulsado por la colectividad tomará e implementará códigos y respuestas aplicables a los puntos trascendentes. El vacío existente causa intriga e interrogación a pesar de los esfuerzos francos de varios grupos corporativos.
La búsqueda de traducciones ciertamente facilitada por estos intermediarios con plataformas y servidores comerciales, cobra su cuota inmediatamente y sin concesiones. Cuando el círculo se cierra, se aceptan las reglas, responsabilidades y derechos de la membrecía, las empresas toman su parte. Esta relación antigua de trabajo ha sido explicada ampliamente por varios autores.
No obstante, el traductor profesional es un empresario con los derechos y responsabilidades que esto implica, como tal debe incrustarse en el mercado conjuntando herramientas y en equipo. Nuevas opciones y mecanismos acordes con implementación actualizada que provea facilitación inmediata y que se ajusten a su servicios, son un requisito importante para iniciar la competencia.
La grieta crediticia no es una opción. Uno de los puntos más álgidos y que jamás han sido discutidos, es el que se refiere a las tarifas y la forma de pago. No existen siquiera históricamente, bases legales donde se establezcan los instrumentos y directrices, que sirvan de fundamento para establecer una relación cronológica necesariamente escalable para aclarar y estandarizar este punto. La afectación comprime de manera general a la traducción y con mayor dureza a aquellos que inician su trayecto en este formidable rubro.
Los Argumentos
La investigación de estos datos entre organizaciones gubernamentales y privadas ha sido exhaustiva y sin embargo, gran parte de esta se integra con referencias históricas, patrones, marketing, asociaciones y normativas que jamás tocan el punto económico en esencia. En ningún caso, al menos que alguien lo refute, existen datos que puedan utilizarse como parámetro, solo muestras comparativas y estadísticas basadas literalmente en el comportamiento segmentado de la oferta y la demanda que, analizando, no son modelos validos en ningún caso.
Cada profesional de la traducción vende desde el inicio del mecanismo de contacto, una currícula óptima, credenciales, membrecías, asociaciones, experiencia y algunos hasta normativas que salieron de la nada para conformar el catálogo de lujo lingüístico. Irónicamente el orgullo de tantos premios y esfuerzos no sirve para aumentar el valor del trabajo, este valor que se debe ganar mediante acciones individuales y colectivas, está en poder de asociaciones que califican pero no apoyan en lo absoluto el proceso de desarrollo económico. Al contrario cobran para que utilicemos sus rentados estatutos.
Además de que el cliente está habituado a seguir estas pautas que deprecian y son totalmente desiguales entre los hemisferios. Las prácticas exigentes son ahora normales, el que ofrece una traducción exige la más alta calificación, todo tipo de herramientas y conocimiento, como consumidor cada uno de nosotros haría lo mismo. Aquí en este punto es en donde debemos profundizar, ya que si pedimos lo mejor, el precio no es el mismo, aumenta y refleja entonces esa calidad esperada.
La simplicidad para impedir estas prácticas radica en el acuerdo. Al contratar servicios que requieren de las mejores herramientas, tiempo limitado, software especifico, manejo de archivos, edición y experiencia, el pago en custodia por 30, 45 o más días debe aumentar en un porcentaje proporcional para que el gremio gane liquidez y pueda abrir más mecanismos financieros de soporte como el ahorro, intercambio, renta e incluso la obtención de crédito por parte de sus asociados u otras empresas.
En ningún momento repruebo la tan capital ley de oferta y demanda, mucho menos intento cambiar sus garantías unilaterales, propongo en definitiva un proceso de intercambio más saludable y con mayores ventajas para la traducción en general. No somos una entidad crediticia, por lo tanto es importante conjuntar esfuerzos y comenzar a presionar puntos débiles de la cadena para que de esta forma nuestros ingresos sean más dignos.
Pensando por otro lado en los gastos, un empresario traductor paga membrecías, software, libros, rentas, marketing, etc.… Abrir una cuenta off shore cuesta alrededor de cinco mil dólares, Pay Pal© con su política añeja deja fuera del juego comercial a gran parte del mundo, Moneybookers© quizá sea la mejor opción ya que practica con cierta conciencia europea más accesible. La cuestión es operar saludablemente por un tiempo más prolongado.
¿Es hora de pensar en conjuntar el gremio y deshacernos de cientos de satélites saprófitos? Debemos cerrar filas para esclarecer y estandarizar los modelos que más convengan e implementar directivas que regulen a nuestros socios – patrones, por último ¿será posible que la colectividad se una? Los dejo con estas preguntas y aquellos que tengan iniciativa adelante.
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