La muerte de Jean-Baptiste fue el mayor acontecimiento de toda mi vida: devolvió a mi madre a sus cadenas y a mí me regaló la libertad.
Un buen padre no existe, es ley de vida. La culpa no es de los hombres, sino del corrupto lazo paternal. Es maravilloso engendrar hijos, pero tenerlos, ¡qué injusticia! De haber vivido, mi padre se habría tendido sobre mí, aplastándome bajo su peso. Mas, por fortuna, murió joven. Yo navego de una orilla a otra, en medio de todos esos Eneas que cargan
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